sábado, 6 de febrero de 2016

Las infancias asaltadas



Elizabeth Castillo Guzmán
Febrero 4 de 2016

Desde finales del siglo pasado, el tema de los derechos de la infancia se convirtió en bandera de gobiernos, programas de primeras damas y motivo para malgastar recursos en fiestas y celebraciones del “día del niño y la niña”, mientras el resto de las 52 semanas que tiene el año, ellas y ellos, sobre todos quienes viven la pobreza, la exclusión y la marginalidad, aguantan silenciosamente hambre, maltrato y un mal cuidado. No lo digo yo, lo dicen los medios, los informes de Unicef y las denuncias de la Procuraduría. En Colombia se asalta diariamente la dignidad humana de la infancia. Desde el funcionario que subcontrata la provisión de comida para favorecer a sus amigos y conocidos, hasta quien vende alimentos en mal estado para los restaurantes escolares, y produce atrocidades como la ocurrida recientemente en Manizales, donde 41 menores resultaron  intoxicados por sánduches descompuestos.



Empezamos el año 2016 con una brutal cuenta pendiente en materia de infamias contra la infancia. Once niños y niñas indígenas wayuu han muerto por hambre en lo corrido del 2016. En 2015 la Defensoría del Pueblo reveló con cifras en mano, que la plata del Programa de Alimentación Escolar (PAE) se estaba desviando en varios departamentos de la región Caribe, y que en la Guajira no había refrigeradores para conservar los alimentos o que los niños debían pagar diariamente  $200 a las personas que preparan sus comidas, cuando se supone que todos los costos están solventados con los recursos que el ICBF destina a las entidades territoriales para este fin. Existen varios casos públicamente conocidos, de funcionarias y ex directivas de esta institución procesadas por la indebida contratación de recursos destinados a la atención de niños de entre cero y cinco años en estado de vulnerabilidad. Quien se apropia del dinero de la salud y el bienestar de las niñas y los niños es un criminal, y por ello debería ser castigado de modo severo y no con la casa por cárcel como en casos ya conocidos.



En el Chocó esta semana debieron enterrar más de una decena de niños y niñas que murieron envenenados por el agua que consumieron. En Colombia sabemos hace muchos años que la minería contamina con mercurio las aguas del Pacífico. Aunque la propia banda Chocquitwon hiciera famoso el estribillo “Yo no me como ese pescao así sea del Chocó”, parece que a casi nadie le importa el asunto, y las imágenes sobre lo que está sucediendo con los pequeños y las pequeñas, es una muestra de que la infancia está en riesgo en un país con una de las legislaciones más bien escritas en esta materia, pero con una corrupción  desmedida.


La atención y educación de niñas y niños menores de cinco años es una de las tareas más importantes de una sociedad, porque cuidar bien “hijos ajenos” exige una alta dosis ética y amorosa.  
En los años ochenta del siglo pasado algunas mujeres con un profundo sentimiento de protección de la prole, demostraron que el sentido solidario y materno prevalece para apoyar a las más pobres, aquellas de largas jornadas de 12 horas de trabajo doméstico o informal, que no pueden cuidar a sus hijos menores.  Por eso nacieron en el seno de barrios populares, unas señoras que conocimos como “madres comunitarias”, que revivieron viejas prácticas de comadres y tías abuelas que cuidaban las nuevas generaciones en casa, mientras las jóvenes madres salían en busca de la sobrevivencia de toda la familia. Así también nacieron los hogares comunitarios. Luego vino la política y la politiquería que todo lo daña, y entonces todo cambió, el afán modernizador se impuso y se dijo que había que ofrecer una atención más profesional y técnicamente soportada para garantizar el bienestar de niñas y niños. Los recursos aumentaron para cubrir necesidades de alimentación, seguimiento y educación inicial. Cuatro décadas después los escándalos en la prensa sobre las infancias asaltadas son pan de cada día.


Mientras la niñez pobre y necesitada sea vista por las redes clientelares de todas las estirpes, como un botín para repartirse en contrataciones inmorales, el derecho a una vida digna y de calidad humana para ellas y ellos seguirá aplazada de “Cero a Siempre”.