domingo, 7 de mayo de 2023

Hay Verdad si hay justicia curricular

El 28 de junio de 2022, la Comisión de La Verdad luego de casi cuatro arduos años de trabajo con cientos de organizaciones sociales e instituciones gubernamentales, hizo entrega del informe final “Hay futuro si hay verdad”. Este informe lo compone una plataforma de cientos de materiales digitales y testimoniales producidos para que Colombia pueda leerse y reconocerse en las voces, los relatos y los análisis sobre lo que nos sucedió en el marco del conflicto armado y de ese modo contribuir a sanar esta profunda herida social y colectiva.

Con esta era de la “Verdad” se inaugura para el país un debate sobre el papel de la educación en materia de este complejo proceso del posconflicto, la reparación y la no repetición. El primer paso consiste en abordar el Informe como una travesía para reconocernos en esta dura historia, sin la cual no podemos comprender quienes somos. El asunto está entonces en ubicar la enseñanza de la historia y el tratamiento de la memoria colectiva como asuntos centrales en la formación de las generaciones más jóvenes, cimiento para una sociedad más justa y en paz.

Esta tarea se enfrenta a la crisis que atraviesa el sistema educativo, desde el preescolar hasta los doctorados, en cuanto al marginamiento y casi extinción de las humanidades de los currículos. Desde la década de los años ochenta, como lo ha reiterado Jorge Orlando Melo, la enseñanza de la historia y las ciencias sociales cayeron en desgracia debido a unas políticas educativas al servicio de una educación bancaria. Entonces las competencias en matemáticas y lenguaje hegemonizaron la discusión educativa nacional y así, sin más ni más, borramos de un tajo el cultivo de la memoria social y la formación política. Estas circunstancias se agravaron con la invisibilización/negación del conflicto interno impuesta por los gobiernos de la primera etapa de este siglo para el conjunto de instituciones públicas. Esto explica por qué anualmente recibimos en las universidades miles de adolescentes, nativa-os digitales que desconocen por completo la historia de su país. Entre una y otra cosa creo que lo fundamental es sustentar la importancia de incorporar la enseñanza de la historia del conflicto colombiano que nos ofrece el informe “Hay futuro si hay verdad”, como una apuesta humanista en lo que corresponde a la formación ciudadana para sociedades del posconflicto. 

Alrededor del Informe y su maravillosa caja de herramientas, un grupo de docentes de nuestra Universidad ha iniciado una importante experiencia de innovación pedagógica para llevar este conocimiento a cursos donde se abordan los relatos y testimonios de las víctimas como contenido central para desarrollar habilidades comunicativas, o para profundizar en la comprensión histórico-contextual de la realidad o para abordar debates filosóficos. En todos los casos, debemos reconocer un esfuerzo ejemplar por llevar este universo de la Verdad y sus diversas perspectivas, al escenario de la formación universitaria. El papel que nos corresponde se sitúa en la enseñanza de forma preponderante. Un lugar poderoso desde el cual, quienes ejercemos la docencia universitaria podemos aportar para salir de este atolladero de ignorancia y negación sobre lo que hemos vivido como nación. 

En el caso de la Universidad del Cauca, podemos intuir por el origen geográfico de buena parte del estudiantado, que tenemos en las aulas más de un sobreviviente de la guerra que ocurre hace décadas en estos territorios del sur. Se trata de víctimas “invisibles”, quienes transitan silenciosamente por los claustros, por los planes de estudio y por los espacios de profesionalización sin que nadie se entere de su experiencia, sin que podamos aprender las lecciones de vida que tienen por compartir con la comunidad universitaria. En este caso, la verdad también se construye “casa adentro” y requiere de modo particular, que hablemos de estas historias en nuestros cursos.

Cada vez que en un aula de clase se abordan las voces testimoniales de las víctimas, se abre una ventana al conocimiento de la condición humana. En cada ocasión en que se analizan los sucesos ocurridos en las diferentes geografías de nuestro país a causa de las disputas por el territorio, avanzamos en la comprensión de nuestra travesía como la segunda nación más desigual del continente, pero la que tiene el primer puesto en biodiversidad y diversidad cultural. En últimas, cada hora del currículo empeñada en reconocernos en el espejo que nos ofrece el Informe de la Comisión de La Verdad, es una hora de educación política y moral, para curarnos del olvido y la indiferencia.

Podemos avanzar hacia lo que Conell ha denominado la producción histórica de igualdad en el currículo, es decir, de establecer equilibrios en lo que enseñamos, para reparar silencios y olvidos oficialmente promovidos. En tal sentido, la justicia curricular debemos verla como una estrategia educativa para producir más igualdad en todo el conjunto de las relaciones sociales al que está unido el sistema educativo. Sin este esfuerzo en los currículos es improbable garantizar la solidaridad y la empatía moral que requiere un proceso de largo aliento, como el que nos hemos propuesto para Colombia. 

Quienes han investigado en este ámbito saben muy bien que se requieren muchos días y muchas horas de reflexión, sobre todo, si el propósito es no repetir el oscuro período de violencia e intolerancia política del siglo reciente. La trascendental tarea de enseñar críticamente este Informe de La Verdad a las generaciones más jóvenes no da espera si queremos desarmar los detonantes subjetivos de las múltiples caras del conflicto interno. 

Desde otros lugares del planeta nos señalan importantes lecciones sobre el papel de la educación en los procesos de socialización política de generaciones comprometidas con la verdad y la no repetición. Este es el caso de Alemania, por ejemplo, donde los niños, las niñas y los jóvenes estudian y comprenden las implicaciones del holocausto Nazi. Para ello los museos, el cine y el “Diario de Ana Frank” cumplen una bella labor al transmitir el valor de la memoria como acto de justicia. En el caso de Argentina es muy interesante la manera como el currículo de la escuela pública, el cine, los textos escolares y los museos que visitan las y los estudiantes, abordan lo sucedido en el tiempo de las dictaduras militares. En Finlandia el currículo de la secundaria incluye cursos ocupados de analizar los genocidios más importantes del siglo X como el caso de Ruanda en 1994.

La Verdad como noción política, como símbolo y como derecho debe ser parte central de las políticas educativas colombianas. Un compromiso en los planes decenales, la formación docente y las políticas de calidad de la educación superior. Somos una nación que reconoce al menos diez millones de víctimas directas del conflicto. Una de cada cinco personas del sector rural ha sufrido daño.  Con estas cifras, Colombia debería tener una política educativa completamente articulada con la formación para la paz, para el perdón y para la no repetición. Por estas razones es necesario articular la enseñanza de las diferentes asignaturas propias de cada currículo con la reflexión sobre nuestra historia.   

La tarea de formar médicos, enfermeras, físicos, matemáticos, abogados, ingenieros y artistas pasa también por enseñar la historia política y la memoria del conflicto. Requerimos de inteligencia, sensibilidad y buena pedagogía para cumplir con esta labor en nuestras universidades.  Para hacerla, contamos con los relatos, los testimonios, la cartografía geopolítica, las estadísticas y los datos históricos que nos ofrece el Informe final de la Comisión de La Verdad, tejido con miles de víctimas, escuchando sus dolores ante hechos que parecen inverosímiles. 

Finalmente, y a modo de complemento estético, necesitamos la poesía para transitar entre estas historias. Necesitamos del arte y las humanidades en todas sus expresiones para viajar amorosamente por el continente de la memoria del conflicto colombiano. Solo con arte y pedagogía podremos abrazar esta dolorosa Verdad y que de ese modo nazca la esperanza de otro país, más humano, menos violento, más cuidadoso de la vida misma.

De Conversación a oscuras

Horacio Benavides (Poeta Caucano)


Te metieron en una bolsa negra

y te llevaron al monte

yo por entre los matorrales los seguí

Los hombres decían chistes

cavaban y reían

Cuando las cosas empezaron a calmar

fuimos al monte y te trajimos a la casa

para que no te sintieras solo, hermano

Ahora estás en el solar

A tu lado sembramos un ciruelo,

el que da las frutas que tanto te gustan

y todos los días lo regamos con agua

y con lágrimas.





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