domingo, 7 de junio de 2015

Don Abel Rodríguez el artista de la selva



Don Abel Rodríguez tiene 72 años y es hijo del pueblo Nonuya que habita territorios amazónicos, y cuya familia lingüística es el Bora, una de las cinco lenguas en peligro de extinción en Colombia. Él conoce como nadie la estructura cromática de su selva, y la conserva en imágenes ancestrales que pinta de memoria.  Se trata de retratos sagrados que transmite para que entendamos lo que estamos perdiendo por la voracidad extractiva que araña a diario cientos y cientos de árboles antiguos.

En su comunidad se le conoce como Mogaje Guiju y nació en el majestuoso río Igara Paraná en el Putumayo, comenzando los años cuarenta. Por eso sabe de los rigores de las misiones y los internados en la antigua intendencia. Su pueblo, hoy disperso por más de siete departamentos no amazónicos, fue víctima de la casa Arana y su empresa cauchera que a principios del siglo XX exterminó y expulsó a miles de indígenas de su territorio. Luego vendría un retorno parcial de algunas pocas familias que refundaron en el Amazonas una vida comunal junto a los Andoque y los Muinane.

Don Abel ha sufrido en carne propia los horrores del conflicto armado.  Como a tantos  otros sabedores indígenas, la violencia y la pobreza lo arrojaron a la ciudad junto con su familia a finales de los años noventa. Ahora vive al sur de Bogotá y es empleado de la empresa Aseo Capital. Comparte con su esposa, sus nietos y su hijo una humilde casa al sur,  y sobrevive al atropello de una vida urbana que nada sabe de la trascendencia de su existencia. Seguramente por esa fuerza espiritual que poseen quienes han recibido desde su nacimiento el don de sobreponerse a las mayores adversidades, don Abel ha perpetuado en sus dibujos y acuarelas los saberes de uno de los mayores patrimonios de la humanidad.
Por la profundidad de su conocimiento sobre las plantas y sus efectos curativos,  se hizo cercano a investigadores de la etnobotánica de la ONG  Tropenbos Internacional, quienes apoyaron su saber y su arte de la selva, y entonces su vocación como pintor no sucumbió a los andenes y las afugias de la metrópolis.

Por su admirable obra se ha convertido en uno de los artistas plásticos no académicos, con mayor reconocimiento internacional en los últimos años, y en invitado de Selva Cosmopolítica, una curaduría de María Belén Sáez,  que se expone en el Museo de Arte de la Universidad Nacional de Colombia para conmemorar sus 147 años de fundación. Junto con algunos chamanes, el indígena Fabián Moreno, y los artistas Miguel Ángel Rojas, Miler Lagos, Delcy Morelos y Úrsula Biemann, dio vida a esta creación intercultural.  Allí están expuestos sus colores, sus trazos de agua y el verdor de la voz perenne de su mundo amazónico.
 
Don Abel, el “Nombrador de las plantas” recibió el pasado 10 de diciembre el premio Príncipe Claus 2014, con el cual el gobierno de Holanda distingue a artistas cuya obra es considerada excepcional. En su caso la distinción fue otorgada por “dar a conocer la visión del mundo del indígena como fuente de conocimiento para el bien común, llamando la atención sobre las habilidades, talentos, legados y derechos de las comunidades indígenas; y por estimular el intercambio intercultural dentro de un contexto de violencia y discriminación".

Algo sublime sobrevive en don Abel, algo que debería hacernos orgullosos y responsables de la existencia de su pueblo Nonuya. En sus palabras queda la sentencia: "El creador dejó organizado para que en el Amazonas pudiéramos curar y, sobre todo, ordenar el mundo"



 

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