domingo, 7 de junio de 2015

Herencia Africana en el Cauca



El 21 de mayo de 1851 se declaró ilegal la esclavitud. En el 2011, la ministra de Cultura Paula Marcela Mosquera decretó el mes de mayo como Mes de la Herencia Africana.
De la mano de una afrocaucana surgió esta propuesta que para el común de la gente puede significar muchas cosas, incluso que el 21 de mayo es para felicitar a los afrocolombianos por su afrocolombianidad. 

En estos territorios de lo que otrora fuera el Gran Estado del Cauca, la herencia africana es un rasgo constitutivo de la vida cotidiana. La presencia de africanos y africanas en haciendas, plantaciones y casas de familia durante el largo período colonial, impregnó con sus marcaciones espirituales, simbólicas y culturales la gastronomía, las pautas de crianza, el modo de hablar, las formas estéticas y musicales, las maneras de habitar los cuerpos, de cultivar algunas plantas e incluso las prácticas católicas de las gentes con quienes convivieron. En la vida republicana -de grandes tensiones entre antiguos esclavistas y  abolicionistas- el devenir político estuvo influido por las ideas de quienes -ahora en condición de hombres libres- escribían y daban oratoria en partidos y directorios locales.

La herencia africana en el Cauca es un complejo fenómeno parecido al palimpsesto, esa escritura antigua sobre la cual se vuelve una y otra vez, y rehecha tantas veces que llega un momento en el cual es difícil reconocer sus trazos originales. Nuestra vida política, económica y cultural está signada por los pasos en el tiempo de cientos de hombres y mujeres afrodescendientes, por su presencia diferenciada de norte a sur del departamento, por su africanía diversa y dispersa.
En el norte del Cauca líderes políticos como Jose Cinecio Mina, Natanael Díaz, Marino Viveros y Sabas Casarán a principios del siglo XX, lucharon y denunciaron los problemas de la región y algunos desde el parlamento trascendieron en la arena nacional. Sus rostros recogidos en antiguos retratos ya maltrechos, son parte del “Museo de la Afrocolombianidad” que anualmente se revive en el Colegio San Pedro Claver de Puerto Tejada, como un proyecto etnoeducativo del docente Hermes Carabalí para cultivar la memoria de las nuevas generaciones.
En la costa Pacífica, la pluma y la voz de Sofonías Yacup dio a conocer al país en 1934 su libro Litoral Recóndito, una tremenda y extensa metáfora referida a la situación de abandono y marginalidad de esta región y una lectura totalmente vigente sobre el destino de sus comunidades.

En 1947 el instituto etnológico de la Universidad del Cauca dirigido por el ilustre Gregorio Hernández de Alba recibió en sus claustros al chocoano Rogerio Velásquez, quien fuera el primer etnólogo negro de la Colombia de mediados del siglo pasado.

Los logros de intelectuales, líderes y artistas como Mary Grueso Romero y su poesía afrocolombiana; María Dolores Grueso y sus proyectos de la pedagogía de la corridez en el Valle del Patía; Sor Inés Larrahondo y su liderazgo en el proyecto Casita de Niños en La Balsa; las cantaoras del Patía;  los violinistas del norte y sur del Cauca en el Petronio Álvarez; el grupo Herencia de Timbiquí y su premio Gaviota de Oro; Hugo Candelario González y su marimba de chonta; Alfredo Vanín y su novela premio Jorge Isaac, son solo una muestra de la grandiosa herencia africana que habita los territorios del Cauca y nos hace trascender en materia cultural.

Estos son suficientes motivos para reconocer la dignidad de la afrocolombianidad y abandonar el viejo y obsoleto racismo.
Son suficientes razones para limpiar las sombras identitarias de nuestro espejo retrovisor y reconocernos sin complejos.

http://www.elpueblo.com.co/elnuevoliberal/herencia-africana/







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